viernes, 24 de diciembre de 2010

jueves, 16 de septiembre de 2010

abrevura

todo desertor aboga por la fuga,
pero ser desertor es haber sido enrolado.

sábado, 21 de agosto de 2010

Gato de Metal (charly García)

Yo soy un gato de metal
vivo en un agujero
tengo una ansiedad
como de año nuevo.
Nunca se dónde estoy
nunca se dónde voy.
Tengo miedo de la escena de la calle,
tengo miedo que en la calle no haya nadie.
Esa es la rapsodia de los que
decoran el tiempo.
Por eso vivo en los tejados
viajo en subterráneo
amo a los extraños.
Mi comodidad sólo es mi aventura
nunca será igual
nunca nada dura.
¿Vos te querías comprar un perro?
pero soy un gato.

miércoles, 4 de agosto de 2010

cosas importantes 3

es importantísimo enlazar tu blog con facebook.

Frank Zappa: Bolero de Ravel

domingo, 1 de agosto de 2010

jueves, 8 de julio de 2010

Como una liebre que se come al águila

Hay que decir que Terry Gilliam tiene un sentido de la verdad que se vuelve inquietante cualquier martes por la noche, y también los jueves. Suena como si alguien dijera: "te dejo este paquete de preguntas para que te las hagas despacito, mientras desayunás con salame y queso mirando un capítulo del zorro".

Así como quien recuerda a Magdalena tempranísimo y se vuelca hacia un registro de la vida entera, enamorándose del tiempo quizás, o despreocupándose de las premuras, hay quien admite a Disney como el umbral fantástico en la infancia antes de filmar Brazil. ¡Gilliam nombrando a Disney! Ojalá fuera normal que esa influencia redundara en arte, la de Magdalena o la de Disney; ojalá fuéramos todos capaces de metabolizar a Disney y convertirlo en Fear and loathing in Las Vegas, en Munchausen, en Parnasus o en un rejunte de enanos ladronzuelos afanándose tesoros con el mapa de los tiempos. Veamos si no lo que le pasó a Tim Burton y el penal que pateó fuera del arco con Alice in Wonderland.

Quizás por eso logra conseguir billete. No cualquiera consigue usar la guita de Holliwood. Es un mito que justifica un millón de cretinadas. Hasta donde vi, el único que pudo hacerle el gambito de dama a la industria ha sido este delirante ingobernable (tal vez seguido de cerca por aquél romántico francés, don Jean-Pierre Jeunet, quizás aún acorralado por las correcciones políticas).

Si tan sólo pudiera uno fracasar como fracasa Gilliam ya debería darse por contento. De últimas, si es por fracasar, qué mejor fracaso que el rodaje del Quijote. ¿Acaso puede alguien obviar semejante fabulosa precipitación de leyes de Murphy?

Hay que decir que Terry Gilliam es un tipo importante. Hay que decirlo, es necesario, porque si no corremos el riesgo de pensar que el cine es una industria y nada más, o que ver una película es un plan ocioso de fines de semana.

Precipitémonos a ver en cada película de este maniático libérrimo las partes que mejor nos vengan al uso, para muñirnos como fervorosos dislocados de los enseres necesarios para combatir, para enfrentar a cada rato al mismísimo dios atolondrado, para inventarnos el antídoto del crimen realizado por el más criminal de todos, ese que suscribe y sella toda gobernabilidad de lesa fantasía. Necesitamos ver que no está escrito todo antes de todo, que no se inventó nada jamás sin saltar sobre profundidades, sin el absurdo como llave para conjurar desesperanzas y para concebir las realidades más reales del mundo. Luego vendrán los combates de carne sobre carne, de sangre sobre sangre. Pero este otro, el combate contra la pura realidad, contra la sensatez de los macabros, es un combate igual de imprescindible, pues ya está visto que aquellas pequeñas cosas por las que hace falta inventarnos otra vida, aquellas por las que hace falta combatir, solamente pueden tener sentido luego, cuando hayamos desmantelado esta razón, este horizonte de sentidos aferrados a esta realidad de trastornados.

Entonces Gilliam dice una verdad en contra de la verdad, una verdad que afirma que hay una realidad mucho más real que ésta, y que se asoma ahí donde aparecen sueños, incluso pesadillas.

Y es que Gilliam cuenta siempre el mismo cuento, y así y todo es siempre nuevo. Cuenta el cuento en el que había una vez una realidad tarada, y otra fantástica. Y entonces las personas poco a poco, quién sabe si una a una, se iban convenciendo de que la de verdad, la realidad que tiene sentido, es la más recóndita de todas, la absurda, la que se cuenta como fantasía para que la policía moral, la de los usos y costumbres y secretarías de sentido común, no se entere nunca de lo que estamos preparando. Esa clandestinidad de la ficción frente a los oficiales del realismo es lo que vuelve loco al que se anima, y entonces el mundo, en cuestión de fotogramas, comienza a dejarse ver en grietas cada vez más grandes, cada vez más grandes, cada vez más grandes.

Hay que decir que Terry Gilliam ha filmado lo que todos, aún en la versión de cadaunos, necesitamos ver. No alcanza. Pero es indispensable. Después de todo es la razón, como también la fantasía, lo que nos distingue de las lentejas.

miércoles, 7 de julio de 2010

lunes, 28 de junio de 2010

sábado, 26 de junio de 2010

cosas importantes 2

es importantísimo hacer caso al intendente.

martes, 22 de junio de 2010

Escribir a máquina 1

corto y pego un fragmento que encontré por ahí, en un sitio por demás recomendable para los amantes de la música. les dejo el enlace: http://arconderecuerdos.blogspot.com/search/label/Frank%20Zappa. escribe Frank Zappa

Del capítulo "Todo sobre música" de The Real Frank Zappa Book (1989), p. 172-173
La Machine

La mayoría de mis composiciones hoy en día están escritas con o interpretadas por una máquina: un instrumento musical computerizado llamado Synclavier. Me permite crear y grabar un tipo de música que es imposible (o demasiado aburrida) de tocar por seres humanos.
Cuando digo demasiado aburrida, quiero decir que en la mayoría de las composiciones, alguien tiene que tocar las cosas de la base. Si has estado alguna vez en una banda o sabes algo sobre músicos, sabrás que a ningún músico le ha gustado nunca tocar la parte de la base. Su mente divaga.
Mucha de la música de hoy en día implica una línea de bajo tipo ostinato o algún otro tipo de figura repetitiva, y si la figura no se toca con precisión y con convicción, lo que se le ponga por encima no funcionará. Para conservar la salud mental de los músicos que no pueden mantener sus mentes enfocadas cuando se les asignan tareas de acompañamiento, esta máquina tocará ostinatos --alegremente-- hasta ponerse morada (excepto que nunca se pone morada).
Cualquier cosa que puedas soñar se puede escribir o interpretar con el Synclavier. Para una de las cosas que lo utilizo es para escribir bloques de ritmos complicados, y hacer que sean ejectuados con precisión por grupos de instrumentos. Con el Synclavier, se puede invitar a cualquier grupo de instrumentos imaginarios a tocar los pasajes más difíciles, y los 'tipos pequeños de dentro de la máquina' los tocarán con una precisión de un milisegundo. Cada vez.
El Synclavier permite al compositor no sólo conseguir que su pieza sea interpretada con precisión, sino darle estilo a la interpretación también: puede ser su propio director, controlando la dinámica o cualesquiera otros parámetros de la interpretación. Puede llevar su idea al público de una forma pura, permitiéndole escuchar la música, en lugar de los problemas de ego de un grupo de intérpretes a los que les importa una mierda la composición.
Obviamente, hay cosas que puedes hacer con los músicos en vivo que no puedes hacer con el Synclavier, y viceversa. Yo los veo como dos medios separados.
Algunas de las cosas que hacen los músicos en vivo que las máquinas no hacen son buenas, y otras son malas. Una de las cosas buenas que hacen los músicos en vivo es improvisar. Responden al momento, y pueden tocar más expresivamente que la máquina. (La máquina no carece de expresión, pero en realidad tengo que teclear un montón de números en ella para aproximarme al tipo de expresión que puedo conseguir instantáneamente con un grupo en vivo bien ensayado.)
Pero los músicos tienden a ser vagos, y se ponen enfermos y se saltan los ensayos. De hecho, hacen el tipo de cosas que el resto de la gente hace en sus trabajos normales. Si estuvieran trabajando en una fábrica de cordones de zapatos, no sería tan diferente. En un concierto en vivo, todo es presión, porque con todo lo que cuentas para trabajar es ese único trozo de tiempo de dos horas en vivo.
Las máquinas no se colocan, ni se emborrachan, ni las desahucian y no necesitan ayuda para llevar a sus familias por ahí en situaciones de 'emergencia'. Por otro lado, las máquinas no deciden decir cosas como "Somos Beatriz" precisamente en el lugar 'equivocado' en medio de una canción, haciendo reír a la gente (una de las especialidades de Ike Willis). Dejando de lado las gilipolleces y los errores, si tuviera que elegir entre los músicos en vivo y La Machine, debo admitir, que de vez en cuando casi estoy tentado de optar por el "elemento humano".

lunes, 26 de abril de 2010

cosas importantes 1

es importantísimo escribir en un blog

lunes, 25 de enero de 2010

El capitán de su calle (Joaquín Sabina)

Porque no quiso ser estatua de sal
le llamaban todos “culo inquieto”,
aparentaba ser un tipo normal
pero guardaba un secreto.

Cuando a los cínicos les dió por rezar
él le puso a Satán una vela,
aprendió todo lo que hay que olvidar
y se escapó de la escuela.

Y por llamarle tanto pan al pan
y al vino vino
la gente bien pensaba mal
y decían por la acera del casino
que si tal que si cual
pero a él le daba igual.

Porque gritaba cuando había que callar
le llamaban todos “aguafiestas”
dormía todo lo que había que soñar
sin perdonar una siesta.

Y, aunque nadie daba un duro por él
se volcaba tanto en los detalles
que sin llegar a nada llegó a ser
el capitán de su calle.

Pero en el barrio había un general
que para colmo
lo vió salir de noche a probar
a buscarle tres patas
a las gatas
y dos peras al olmo
para merendar.

Porque sabía
que la verdad desnuda
guarda oculta detrás de la corteza
el hueso de cereza
de una duda.

Y se reía
con la melancolía
que le da la razón a la tristeza
cuando los labios pierden la cabeza.

Porque no sabía vivir sin besar
le llamaban todos “picha brava”
pero él besaba para recuperar
los besos que le faltaban.

Y, aunque la muerte le aterraba pensó
que si la pálida dama llegaba
no desperdiciaría la ocasión
de ver qué tal besaba.

Y, por burlarse de lo más sagrado,
los del juzgado
empapelaron al capitán
y le echaron cinco mil años y un día
paque aprenda a cantar
en la mazmorra fría.

Porque sabía
que la verdad desnuda
guarda oculta detrás de la corteza
el hueso de cereza
de una duda.

Y se reía
con la melancolía
que le da la razón a la tristeza
cuando los labios pierden la cabeza.